lunes, 19 de enero de 2009

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Todos los bolígrafos acababan por reventarle en las manos.
Como los corazones.

La mayoría rodaban después por el salón,
empapando la alfombra persa de mamá.
Le habían llegado a escupir a la boca,
coloreándole los labios de motitas suicidas.

Los bolígrafos, también.

1 comentario:

Salva Tamayo dijo...

y cuento estrellas rojas y estrellas color ciruela.
Sale el sol bajo el pilar de tu lengua.
Mis horas se desposan con la sombra.

SPlath