Todos los bolígrafos acababan por reventarle en las manos.
Como los corazones.
La mayoría rodaban después por el salón,
empapando la alfombra persa de mamá.
Le habían llegado a escupir a la boca,
coloreándole los labios de motitas suicidas.
Los bolígrafos, también.
1 comentario:
y cuento estrellas rojas y estrellas color ciruela.
Sale el sol bajo el pilar de tu lengua.
Mis horas se desposan con la sombra.
SPlath
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